PSICOPROFILAXIS
Lo reconozco, no resistí la tentación de aventarme el comercial “facebookero” y poner a disposición general mis servicios profesionales como psicólogo clínico. Pero por lo menos daré una justificación: realmente creo que hace falta hacer consciencia sobre la sombría imagen que se tiene del psicólogo en estos tiempos y en estos lares.
Y es que, felizmente, han sido unos adolescentes, precisamente la generación en la que los cambios culturales se tendrían que empezar a dar, los que, buscando orientación vocacional, me han dado un pretexto para reflexionar sobre la oportunidad de mi labor psicológica.
La psicoprofilaxis es definida por Rodolfo Bohoslavsky como toda actividad que desde un nivel de análisis psicológico tienda a promover el desarrollo de las posibilidades del ser humano, su madurez como individuo y, en definitiva, su felicidad.
Dicho en términos más coloquiales, se trata de realizar labor psicológica como un medio para alcanzar la felicidad (o lo que más se le acerque), en lugar de acudir a la ayuda psicológica profesional solo en estados de intensa crisis.
En nuestra cerradita sociedad es poco lo que podemos presumir de cultura de la medicina preventiva, ya no digamos de prevención en materia de salud mental. Grave error.
Una sana cultura psicoprofiláctica haría que la gente buscara ayuda profesional en situaciones tan cotidianas, tan comunes como: momentos del desarrollo normal como el embarazo, la pubertad, la madurez; momentos de cambios como la inmigración, el casamiento, la viudez; situaciones de tensión normal en las relaciones humanas: familia, escuela, trabajo; momentos de ansiedad en períodos específicos de la vida: sexualidad, orientación profesional, elección de trabajo; hasta situaciones altamente significativas que deberían requerir dirección: crianza de niños, ocio en la jubilación o a cualquier edad, adopción de menores, etc. Esto por mencionar algunos ejemplos.
Por supuesto, una buena parte de la preparación de un psicoterapeuta está dedicada a la intervención en crisis y, al menos en mi caso, a la reestructuración de patrones de conducta y de pensamiento que generan problemas en la vida de un individuo. Pero eso no significa que el mismo terapeuta no esté completamente preparado para ser un orientador en esas situaciones de normalidad por las cuales toda la gente debe pasar.
Así que, en lugar de pensar en el “si no está descompuesto, no lo arregles” podríamos cambiar nuestra mentalidad a un más sano “todo buen sistema necesita buen mantenimiento”.
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